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miércoles, 16 de noviembre de 2011

Noviembre - Mes de la libertad

Uno es libre en la medida en la que dispone de opciones de entre las cuales elegir. Mayores y mejores opciones, profundizando en cantidad y calidad. Tenemos tantos más grados de libertad cuanto mayores y mejores son las opciones disponibles. Algunos confunden la libertad personal con la social, entendiendo que la última es aquella que a ellos en particular les conduce a la primera. Aumentan sus opciones, si bien lo hacen a costa de reducir las opciones de los demás. Sobre estos se engañan. Se cuentan mentiras complacientes a si mismos para calmar sus conciencias. Las causas de la pauperización de los otros no son los privilegios propios, sino cualesquiera otras. A partir de correlaciones existentes con algún otro fenómeno que se de simultáneamente y con parecida dirección y velocidad, establecen causalidades. Ni por un momento contemplan la variable fundamental en la ecuación: ellos mismos y sus privilegios. En fin, hablamos de socialistas.

Una sociedad liberal, esto es, una sociedad en la que cada individuo es un agente que persigue activa y abiertamente su interés sin disfrazar sus asociaciones con otros individuos de causas colectivas ni pretender prebenda alguna que no se corresponda con los resultados objetivos de su actividad, genera prosperidad y diversidad. En ella todos las personas son más libres, en promedio. También existen ricos, aquellos que por azar, habilidad o arte han logrado obtener beneficio. Pero no lo son a costa de los demás, sino contribuyendo a la riqueza de los demás, con sus atractivas ofertas.

Si se reducen las opciones que presenta una sociedad liberal a través de algún monopolio impuesto, siempre política-través, somos menos libres. Tanto más se reducen nuestro grados de libertad cuanto más interviene el Estado. En el límite tenemos al Estado Soberano Absoluto, al Estado Totalitario, que posee cuerpos y almas.

La lucha contra el poder, sea este el que sea, es un deber cívico. Al poder casi podría decirse que hay que llevarle la contraria por sistema. Sólo mientras los otros nos sirven a cambio de nuestra servidumbre hay justo intercambio y justa contraprestación. Cuando alguien decide, por el elevado motivo X o Y (elevados porque quedan fuera del alcance de la competencia y del intercambio entre iguales) que merece un porcentaje, la suerte está echada. El monopolio extiende sus tentáculos. El Estado opresor comienza su camino ascendente a la soberanía absoluta sobre cuerpos y almas.

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